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28 feb 2011

CITY LIGHTS BOOKSTORE



Para Borges el paraíso era un biblioteca. A veces pienso que una librería en llamas es lo más cercano al paraíso.  Lo más cercano al infierno, una librería en desorden.  Me dice un anciano librero que cualquier librería es la ruta más breve para el olvido. No tengo grandes recuerdos de las grandes librerías. Se ven demasiado pulcras, cuidadosamente clasificadas y fumigadas.

Prefiero aquellos estrechos locales de libros de segunda: su aroma de pan de ayer para degustar con un vino de corcho. Adoro esos obeliscos de libros de lomos gastados y pastas brillosas. Libros, libros, libros. Libros por montañas en mesas que a duras penas los resisten. Libros que han pasado la prueba de otras lecturas, subrayados para devorarlos mejor.

De otra parte, sólo una librería en San Francisco, California, pasa la prueba de las grandes librerías. En realidad porque siempre ha sido un patrimonio de poetas sin trabajo. Una biblioteca en venta. El otro paraíso de Borges, un infierno con su aviso bocabajo en el pavimento mojado.