Vistas de página en total

31 ago 2011

LA PARADOJA DE VINICIUS



Existen mujeres que son la ruta para llegar a otras mujeres. Todas lo son, pero algunas en mayor medida. Son como los avisos luminosos en la carretera cuando la niebla espesa. Ellas te guían los pasos, te libran de un precipicio para acaso enviarte a otro. Uno está junto a ellas, ríe a carcajadas, duerme con ellas. Más o menos conforme, pensando en la que ha de venir. Uno nunca les agradece a todas las anteriores, las que le abrieron el paso a su reina de la baraja. Tampoco hay mucho tiempo de volver a tratar el tema.

Hoy por hoy, el aroma de las relaciones amorosas es más bien de despedida. Lo dijo el poeta Vinicius de Moraes: el amor es eterno mientras dura. Uno lo presiente, a veces. El momento llega, cada quien dice adiós o no dice nada. No pocas veces resulta ser una referida de la anterior mujer, una paciente de su consultorio privado, una prima lejana de su media hermana. Una trigueña de bellas facciones y zapatos a la moda. Uno se precipita en esta nueva autopista, en esta otra mujer, tan definitiva, tan exacta. Llega en su momento, también se ha de marchar en su momento. Porque las cosas no suceden ni pronto ni tarde, sino cuando simplemente han de suceder.

Y uno vuelve al camino que anochece, observa las señales.