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4 nov 2016

VENEZOLANAS EN NOCHE DE BRUJAS


Mucho se habla de los malos gobiernos de izquierda en el continente. Se hacen chistes sobre la devaluación, el diseño de las guayaberas del mandatario, la economía de frontera. Nunca se habla de la industria de prostitutas. Nunca. Es lo que los economistas llaman una externalidad negativa, un efecto no deseable de política pública. Más de una vez he pensado en este escabroso fenómeno. Me daría mucha pena escribir un paper, un ensayito para una revista indexada, siquiera un artículo sobre el tema, sin siquiera sonrojarme frente a mi moribundo reflejo en el portátil.

Este lunes pasado por agua nos fuimos de bares con unos amigos de la oficina. Celebrábamos el Día de las Brujas, que cada vez es más para los adultos, menos para los niños. Salimos de la oficina, algo prendidos, y buscamos un bar vecino, por los lados del edificio de Avianca. Luego abordamos un taxi bajo la lluvia. Sin querer queriendo, fuimos a dar a la zona de tolerancia del barrio Santafé. No entramos al Castillo, ni a California, sino a un nuevo bar, donde el cover nos permitía una cierta privacidad encorbatada.

La sorpresa de la noche fue la media docena de venezolanas que nos encontramos en el desfile de pasarela de la medianoche. Mujeres altas y espigadas, de pieles lustrosas y rasgos tiernos. Nada que ver con nuestras bajitas mestizas de cada parada en el Transmilenio. Eran puras reinas sin coronar, vestidas de enfermeras, de almirantes de agua dulce, de mujeres maravillas, de hadas madrinas. Para no alargar más el cuento, subimos al cuarto con la que más me llegó a la piel. Su disfraz de Batichica me atrapó en un par de pestañeos soñolientos. El resto de la noche, su aliento caribeño se filtró con granos de arena de mar entre el caracol de mi oído. Intercambiamos teléfonos y nos comunicamos por whatsup, el resto de la semana. 

No he podido separar el ejercicio de mi profesión de periodista económico de la fuente primaria de la conversación casual. Me quedé en su hotel el martes. El miércoles se me quejó largamente porque la lluvia le estaba bajando sus jugosos ingresos diarios. Se quedó en mi apartamento el jueves, hasta la una de la madrugada. Antes tuve la precaución de pasearla por el centro comercial vecino y por el Parque de la 93. La gente nos miraba, se volvía de repente para rectificar la calidad de la aparición. Ya instalada en mi cama, me hizo de todo, le hice de todo. Este fin de semana se marcha para Bolivia, pues ayer compró los pasajes. No va sola, sino con otra veneca hermosa del puerto de Maracaibo, su compañera de cuarto en el hotel de paredes de vidrio de seguridad y retal de mármol gris y negro.

Su nombre de combate es lo de menos. Apenas diré que fue una de las tantas muchachas de familias empobrecidas del vecino país, que en medio de los decretos erráticos, las medidas de choque y las tasas de inflación galopantes, se vinieron a Colombia. Aquí empezó como prepago en Bucaramanga y Medellín. Los giros a su madre se multiplicaban en billetes de bolívares, tal como cuando uno juega la lotería del Tío Rico. Luego se dio una vuelta por México, Ciudad de Panamá y Honduras. Después se vino a rematar la correría en Bogotá, donde a sus 26 abriles, recién cumplidos, tuvo que cambiar de perfil ocupacional. Hoy es una prostituta, hecha y derecha, un poquito entrada en años, a pesar de la cirugía de la frente y los carrillos, de las tetas y las líneas del ombligo, de la cola y las paredes de la vagina.

Fin de la historia. Hasta ahí me llegó el vértigo geométrico, la teoría de conjuntos, el ardor grancolombiano. Nos despedimos a la distancia, y a pesar de la distancia, con emoticones de lágrimas y besitos del-más-allá. Me contó por Skype, muy emocionada, mientras comenzaba a hacer las maletas, que ya tenía un manager en La Paz. La llamó a su celular y le dijo que le había mostrado sus fotos a unos empresarios de un club de solteros. Le comentó que era un éxito asegurado. En ese orden de ideas, su nueva carrera está por comenzar allá, supongo que al lado de un cincuentón adusto, calvo y con barriga, dueño de un Mercedes, un BMW o un Audi blanco galaxia. Justo a tiempo. Por mi parte, agoté el dinero de mi cupo de efectivo en la tarjeta de crédito Mastercard. Enhorabuena, me consuela mi mejor amigo, insistiendo en que es la mejor despedida de soltero que me he podido dar, ahora que Aída Alejandra completa su séptimo mes de embarazo. Planeamos casarnos por la iglesia católica, entre marzo y abril del 2017. Y a lo mejor, todos nos casamos en el mismo mes, el mismo día, a la misma hora, tal como en las telenovelas venezolanas!