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2 dic 2017

MEDIAS DE PUNTO...



Mi primer trabajo serio fue como administrador de un Tía... Una siniestra cadena de  supermercados... Unas cosas medio Art-Decó, medio baratillo de chinos, medio plaza de mercado, de mostradores de diseño horizontal... Un solo detalle salvaba ese ambiente tan denigrante: las bellas cajeras... Cajeras de 18 a 22 años, de medias de punto, compradas a precio de cajera titular... 

Las medias de punto siempre se iban por una precisa costura... Una mágica línea de la entrepierna... Más a menos a eso de las once de las mañana y a las cinco y veinte de la tarde, yo las oía maldecir... Se les iba otra línea... Era como un brote de mala hierba, a lo largo y ancho del almacén, aunque para mí era algo más como la flor de los abismos... Yo las veía levantar la entrepierna con una suerte de resignada violencia, mientras con el esmalte a media uña señalaban a su compañera: una línea divisoria entre el cielo y el infierno...

Ah! Yo adoraba, desde lo profundo de mi ser, tales gritos, injurias, improperios... Quiero decir: esa clase de menudas dramaturgias con el estómago vacío, ausentes de Brecht, Stanislawski, Michael Chejov... Todas esas chicas hermosas, sin excepción, se quejaban de estar gastando buena parte de su salario de hambre en medias de punto, vendidas en el mismo punto... 

Yo tragaba saliva, como un zombie  a medias... Me tocaba asumir mi puesto de administrador de un salario mínimo, vestido con un traje de paño de segunda... Como buen borgiano, me esforzaba por imaginar qué pensaba sobre el particular el buen Dios de Spinoza... Pero en la inefable noche de quincena, siempre acababa en el mismo motel de fachada de retal de mármol... A veces nos encontrábamos todos en la salida, felices los cuatro, los seis... Compartíamos el taxi hasta la Calle 19... Mi primer trabajo serio fue como administrador de una cosa donde vendían... medias de... P...U...N...T..O...

Y punto final.