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1 abr 2019

LOS CALZONES BLANCOS DE TERESA




Balthus fue un pintor rebelde. Se esforzó por escandalizar a todo trance, de paso renovando el erotismo de su época. Es bien recordado por sus niñas con gatos voyeuristas. Uno se pregunta por sus modelos, por su verdadera relación con ellas. Uno se imagina otra historia detrás de cada pintura. Uno está lleno de morbo en el espejo. En palabras de Duchamp, no le apuntó al escalofrío de la retina, sino al escalofrío cerebral. Cuando los críticos empezaron a cuestionarlo, no vaciló en decir que era un pintor religioso. Acaso era verdad, la pura y escueta verdad, en la dimensión de su credo estético. 

Sus biógrafos dicen que en la vida real era un conde conspicuo. Alguien se atrevió, más de una vez, a dudar de esa rectitud ejemplar. Se sabe que fue un buen lector de Carroll, quien también fue acusado de pedofilia. Muchas veces se ha dicho que ese gato recurrente es el propio pintor, en duermevela o al acecho. Lo que Balthasar Klosowski nunca imaginó es que sus cuadros de Lolitas desparpajadas en la intimidad iban a seguir siendo censurados en el Nuevo Milenio. 

El año pasado, una mujer llamada Mia Merrill ofició al Metropolitan Museum de Nueva York para que descolgaran el cuadro ´Teresa durmiendo´. Argumentaba, palabras más, palabras menos, que el trabajo pedofílico del pintor instigaba al voyeurismo, la cosificación de las niñas y el asalto sexual. Lo que los abogados denominan un concurso de delitos, a propósito de una obra de arte que data de 1938. Once mil seiscientas firmas apoyaron la petición. La noticia se hizo viral en los medios. 

El MET emitió un comunicado de prensa rehusando bajar la tela con su marco mate de madera labrada. Aprovechó para recordar la naturaleza de su misión social y el hecho de ser un espacio de reflexión sobre la cultura, respetando las expresiones creativas. De acuerdo con el museo, el cuadro les fue donado en 1998. Representa a una vecina del artista, Thérèse Blanchard, quien en la época tenía alrededor de 12 o 13 años. Concluye diciendo que el cuadro ha sido expuesto en ciudades como París, Londres, Tokio y Kyoto. 

El caso no llegó a los tribunales. Balthus espera el Juicio Final. El escándalo despertó un culto misterioso alrededor de esta obra en particular. Muchos turistas se detienen frente a ella y comentan. Otros guardan un prudente silencio. Nunca pasa desapercibida, desde entonces. En lo personal, llevaba mucho tiempo sin percibir un asombro tan místico o religioso en la sala de un museo. Tal interés apenas lo he visto alrededor de La Gioconda y Los Girasoles. Mia Merrill, quien cumplió 32 años y estudió en Columbia, sigue trabajando como consultora en temas de startups. Su empresa se llama Interplay Ventures y tiene su sede en Nueva York. El primero de marzo pasado, Merrill publicó un tweet en que anuncia que el Ice Cream Museum está contratando productores experienciales. Acaso esta vez si le suene la flauta.