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17 oct 2015

PORNO O ACTUACIÓN?



Se ha discutido mucho si el cine porno es actuación o no. Algunos críticos especializados dicen que no lo es, otros que sí. Cuando uno ve que las actrices se vienen no una, sino dos, tres, cuatros veces en tiempo real, se hace la pregunta del millón. Se vienen de verdad, gimen, se mojan por litros, sudan, se orinan deliciosamente. Desde el punto de vista carnal, están gozando el sexo como locas. El tema es que al mismo tiempo las están filmando. Detrás del lente hay un camarógrafo, que bien puede ser masoquista, gay o eunuco. A las espaldas del camarógrafo está todo el staff de la producción. El director da voces de aliento a sus actores por un micrófono inalámbrico. Es un director con todas las de la ley. Detrás del director hay una empresa que paga sumas millonarias.

Pero volvamos a los actores. Ellos hacen el amor a la vez que actúan que hacen el amor. La gozan de lo lindo, actuando que la gozan. Tienen orgasmos, actuando que se vienen. Se vienen y lo actúan. O actúan que se vienen. Uno ve las corridas por litros como de leche condensada, rociando las sábanas, las ropas, los sofás, las bañeras. Es por eso que más de un hombre quisiera ser un actor porno. Varios de mis amigos me han confesado ese sueño, que yo también alimento, al menos desde que tengo memoria, desde que era un adolescente con acné de tres colores en las mejillas, y simulaba una voz gruesa para entrar a los cinemas porno del centro de Bogotá.

Sólo uno de mis amigos de generación se aventuró a ser actor porno. Chucho leyó el aviso y se fue bien alimentado, no si antes desayunar con caldo de pajarilla, chocolate con queso y tres panes franceses. En la locación lo hicieron desnudar. No pasó la prueba y, en cambio, le preguntaron si quería ser un actor figurante. Chucho dijo que sí, pero cuando le dijeron que su papel era pasivo, y que además le esperaban una fila de basquetbolistas negros en el filme que ya se iniciaba, se echó de para atrás. Hoy Chucho es abogado. A veces me recuerda esa anécdota con cierta nostalgia. Cuenta que lo que más recuerda es que él recomendó a una amiga de la facultad de derecho. Ella se hizo millonaria con ese trabajo. Viajó a Australia, regresó a Medellín con su novio de Sidney. Además tiene un hijo rubio, de ojos azules y pícara sonrisa latina. Esa amiga nunca le dio las gracias a Chucho. Entiendo que ella se frustró como abogada, pero resolvió la vida, por medio de la actuación gozosa, o mejor, del gozo actuado ante la cámara ávida de espectadores en la penumbra de los hogares del globo terráqueo. Hoy ella se conoce como Bonnie Michelle Fox, aunque en su barrio sigue siendo Mónica Estela Jiménez, la trigueña tetona, una acaudalada rentista de bienes raíces, hija de una panadero y una profesora de colegio público. Ahora bien, lo que yo me pregunto es si, ahora que Mónica dejó ese oficio, cuando su marido le hace el amor, ella de cuando en cuando actúa, quiero decir, finge un buen orgasmo para hacerlo feliz. Me pregunto si extraña el brillo del lente sobre su intimidad y la voz susurrante del director diciéndole que grite duro, con fuerza, como si se corriera con la fuerza visceral de todos los orgasmos que Dios dispuso para ella sobre la faz de la tierra.