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1 may 2017

LA ROSA SIGUE INTACTA


William Carlos Williams escribió que la rosa era obsoleta. En el curso de poesía modernista de Harvard, este es uno de los versos que más produce impacto entre los alumnos. Melisa New lo recita con un énfasis deliberado, algo combativo y desafiante. Lo raro es que los poetas jóvenes le siguen cantando a la rosa, al derecho y al revés. También es verdad que algunos le cantan con muchos bríos, mas no la convocan. Tal como otros la invocan de lejos, por el delicado aroma, sin siquiera detenerse a elevarle un canto. Estos últimos ni siquiera son poetas en la palabra. Son narradores orales callejeros, directores de cine alternativos, publicistas gringos y realizadores de comerciales de televisión. Al paso que vamos, encontraremos más poesía en el ruido interno de los buses intermunicipales viejos, que en los pretendidos libros de poemas.

Vuelvo a la rosa, a sus pétalos, a su tallo. Para aclarar todo el enredo del párrafo anterior, no me queda más que citar a Vicente Huidobro: ¨Poetas: no le cantéis a la rosa, hacedla florecer en el poema¨. Es el caso de la rosa de Petronio y de Yeats. Y de Borges: ¨en las letras de ´rosa´ está la rosa¨. Bien puede ser Rosa, la cantinera, o la que arregla lápidas y corta las rosas en día lunes, en el Cementerio Central. La poesía siempre está en otra parte, cualquier parte. Ahora que lo pienso, mi madre se escandalizó cuando la profesora le dijo al nieto que las mujeres tenían una rosa entre las piernas, y el nieto se lo preguntó a mi hermana, que se quedó con la palabra en la boca. Así las cosas, aunque se dice que los tiempos cambian, la rosa sigue muy en su sitio. En mis años de vida, no se ha movido un milímetro bajo el sol y la luna. Tampoco importa si los malos poetas de provincia le siguen moviendo el piso, a diestra y siniestra.

Naturalmente, los poetas de hoy miran la rosa con otros ojos, con otra luz. Una luz que mana de la rosa a los versos, y de los versos a los ojos ardientes de los poetas. Es que son poetas letrados, con maestría y doctorado en literatura, como mis ilustres compañeros de curso en la Escuela de Posgrados en Educación. No son gente de la tierra, como mis abuelos colombianos, que murieron con las manos enconadas de espinas. Pero esa ya es otra discusión para otra entrada del blog. Lo único cierto es que hoy las únicas obsoletas son las rosas en la tumba de William Carlos Williams.