Vistas de página en total

5 sept 2017

¡GRACIAS TOTALES, GUSTAVO!




La última película que Cerati vio fue Dark City. Es una película noir, de ciencia ficción, escrita y dirigida por Alex Proyas, el mismo aclamado director de El Cuervo. Trata de un hombre que despierta una mañana y se encuentra acusado de un crimen. Por más que hace memoria, no sabe qué pudo pasar con sus manos, que lucen limpias, con las uñas recortadas. Se siente como otro hombre, en su mismo cuerpo. Para escapar de la policía, no le queda más que darse a la fuga. Mientras tanto, trata de recuperar la película de su vida. No puede creer que su cerebro le esté jugando una mala pasada.

Esa noche del 16 de mayo de 2010, Gustavo acabó de ver la película y se durmió. El filme era, lo que se dice, una crema. A veces cerraba un ojo, mientras abría el otro. Necesitaba saber el final, la resolución de la intriga. Mientras se dejaba seducir por las acciones y los diálogos, una enfermera entró a la habitación con una bandeja de acero inoxidable. La cena consistió en una sopa de pollo sin grasa ni sal, unas cucharadas de fideos, un puré de papa sin mayonesa y un vasito plástico de gelatina de frambuesa. El rockero se había desmayado en su camerino, al terminar el concierto en el campus de la Universidad de Bolívar. Estaba allí, en el Hospital La Trinidad de Caracas, por una medida de precaución de su promotor, sus amigos cercanos y músicos, más que por ganas propias.

Al día siguiente, Cerati no fue él, sino otro hombre, en su mismo cuerpo. Fue conducido a una sala donde la practicaron una tomografía y un centellograma. Inicialmente los médicos mantuvieron la tranquilidad y el optimismo ante los medios, luego se dieron por vencidos. No podían creer que el cerebro de la leyenda del rock en español les estuviese haciendo una mala pasada. Se acudió a la terminología científica, a la hora de diagnosticar un ¨infarto extenso en el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario¨. Los fans no paraban de hacerse preguntas, unos a otros. Se habló de una droga muy potente, mezclada con alcohol durante el concierto. Se habló del coma cerebral en las calles y bulevares, en las tiendas y bodeguitas, antes y después de la hora del mate.

Y aquel filme noir no se quería detener, por nada del mundo. Una tarde gris de octubre de 2010, el músico fue trasladado a bordo de una avioneta privada a la Clínica Alcla de Buenos Aires. Ni su madre ni Chloé Bello, ni el flaco Espinetta ni sus tías volvieron a ver el vivo resplandor de sus ojos azules, antes de decir una frase loca o genial, muerto de risa. Nunca más sus labios se volvieron a mover para articular una sola palabra, para dibujar el más simple gesto de emoción. A las nueve de la mañana lo vestían con ropa deportiva y lo sentaban en un sillón, de cara a la ventana. A eso de las diez de la noche le ajustaban el pijama y lo metían en la cama. Y así pasó el tiempo, tal como acostumbraba pasar el tiempo en una de esas viejas películas, allí, en el cinema esquinero de Villa Ortúzar, el vecindario de toda la vida. Una película en blanco y negro, entrecortada, a fuerza de proyecciones. Una buena película de diálogos entrecruzados con la lluvia de invierno, que amenazaba con echar abajo el tejado del teatro. 

El jueves 4 de septiembre de 2014, supimos de la muerte de Cerati, como consecuencia de un paro respiratorio. El parte clínico estaba firmado por el doctor Gustavo Barbalace. Parecía increíble. Y ya se sabe: todos venimos a esta tierra a morir de paro respiratorio. Alguien dijo que había muerto como consecuencia de un pacto con Lucifer. Alguien más dijo que había profetizado su muerte en sus letras. Entre sus fanáticos aparecieron cientos de profetas que profetizaron hacia atrás, verso a verso, estrofa tras estrofa, como en un macabro juego de espejos. En medio de todo, no hubo un epitafio en su tumba, que bien pudo ser: ¨Yo te quiero para siempre, pero siempre es hoy¨. Nadie tuvo a bien recordar que la última película que Cerati vio, todavía con vida, fue Dark City. No es una película de culto. Acaso no merezca serlo. O acaso sea necesario que la veamos en un telón al aire libre, una noche de verano, con cantos de pájaros, licor y humo de cigarrillo, muchas parejas de enamorados... Y una circular banda sonora: Persiana Americana, Te para Tres... Etcétera.